sábado, 8 de mayo de 2010



posteo de prueba de Nancy Arias


El Barón del Cementerio
Una reiteración molestosa


-Como una reiteración tediosa y violatoria a la libertad de culto que estipula la Constitución dominicana, las autoridades del Cementerio Nacional de la Máximo Gómez, prohibieron las prácticas al Barón del Cementerio en los más de tres lugares dedicados al culto, constituido como el de mayor presencia y militancia de estas creencias en el país.

-De estrecha relación con el vudú, el culto al Barón del Cementerio se erige como el de más asiduidad entre creyentes y practicantes de esta religión y de muchos dominicanos que sin ser devotos fieles al vudú, comparten con estas creencias y devociones en la tumba del primer muerto enterrado en el Campo Santo. En el caso del Cementerio de la Máximo Gómez, construido en la época de Trujillo, la primera tumba se encuentra justo a la entrada frontal del cementerio y posee la cruz más alta del lugar transformado por el imaginario sagrado popular en punto de peregrinación, devoción, ensalmos, responso, despojos, ofrendas, peticiones, promesas y otros ritos de veneración.

-La creencia asigna poderes divinos a este primer muerto y la gente se apropia del espacio sin importar el parecer de los familiares del difunto allí enterrado. El imaginario popular convierte el lugar en sagrado y frecuentado por mucha gente todos los días y a cada momento. Las razones de la visita tienen diferentes motivaciones pero al fin y al cabo es bajo la convicción de que una petición al Barón del Cementerio, sería respondida por éste y como resultado, se le cumple con promesas.

Así mismo, se tiene la firme creencia que su poder divino ahuyenta los malos espíritus, aclara el camino, atrae el bien, bendice los cuerpos, espanta las energías negativas y por tanto, la fuerza de convocatoria de esta deidad, cabeza de la familia de los guedeses en el panteón vudú (cuya especialidad es el mundo de los muertos), se ha transformado en la única manifestación pública abierta de este culto en nuestro país, de singular significación para los depositarios de la tradición entre quienes, dicha manifestación cultural adquiere un valor significativo y emocionalmente funcional, expresión de un patrimonio inmaterial vivo para estos grupos practicantes.

Su prohibición y restricción es una medida indebida y antidemocrática, violatoria por demás de los principios de libertad de credo y de la diversidad cultural que caracteriza nuestra sociedad, mestiza, múltiple no sólo en lo racial sino en lo cultural. Transgresora de preceptos constitucionales y convenios internacionales sobre el patrimonio cultural inmaterial de los que hemos sido signatarios, la decisión debe ser seria y críticamente ponderada.

-Esta diversidad cultural nuestra se hace eco en lo sagrado, donde también expresaría una espiritualidad múltiple, es por eso que la decisión de la Sala Capitular del Ayuntamiento del Distrito Nacional o de la Oficina Administrativa del Cementerio de la Máximo Gómez amparada en supuestas acciones delincuenciales, desordenes y otras acciones de inconductas, no es indicativa por deducción, a los practicantes y al culto mismo, lo cual no omite acciones indelicadas que puedan producirse en determinados momentos en un lugar público pero bajo ninguna circunstancias, son relacionables de manera automática con un culto que por demás ha visto pasar muchos administradores y Síndicos sin que hayan hecho desaparecer las prácticas al Barón del Cementerio que como expresión genuina de una tradición cultural arraigada en la gente no se elimina, ni por decreto, ni por desconsideraciones prejuiciadas.

-Lamento esta reiterada acción de abierta discriminación que trata de envolver en el mismo ambiente, las prácticas y creencias al Barón del Cementerio, con actos deliberadamente antisociales, en un lugar que por la desatención de las autoridades, ha quedado en el más penoso abandono y desorden, pero sobre todo de gestión pública. El descuido es visible desde el momento mismo en que nos acercamos al lugar a compartir con nuestros difuntos un momento interiormente espiritual.

-Todos sabemos que se han vendido en dicho cementerio y otros que van por el mismo camino, hasta las aceras. Encontrar una tumba en este cementerio, es una laboriosa tarea, debido a que los caminos y pasillos para transitar el Campo Santo, se han convertido en tumbas y nichos desproporcionalmente intervenidos por familiares sin que nadie imponga autoridad, regulación, orden y control de la seguridad del lugar.

Ante tanta desorganización administrativa, lo más cómodo de ésta y otras administraciones es cargar a otro la deficiencia. Somos partidarios del orden, la seguridad ciudadana del lugar y el ordenamiento del mismo, sin embargo rechazamos que se haga prohibiendo una creencia, que aunque para muchas gentes del país, es expresión de atraso, hechicería o ignorancia; al mismo tiempo, es espacio de paz espiritual, meditación, ejercicio de bien, bendiciones, encuentro espiritual y esperanza ante la desventura de la cotidianidad, para otra parte de dominicanos (as).

-Este hecho es suficiente para que sea respetada esta manifestación cultural no sólo por cualquier ciudadano distante de las mismas, sino y sobre todo, por las autoridades nacionales, elegidas por muchos de esos ciudadanos para que regulen la vida social, garanticen su seguridad y derechos civiles.

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